Por: Carmen Lucía Alvarado
El televisor era pequeño, gris, con detalles de una madera falsa, imágenes en blanco y negro. Yo era del tamaño del mueble que sostenía ese cajón de cuatro canales, voces y caras que mantenían una conexión de mis ideas hacia fuera. Sí, era blanco y negro, y no pude evitar asombrarme cuando años después lo confirmé, porque recuerdo con detalle cada color de la franja de caricaturas.
Ahora me pongo a la infancia como espada de Thundera y le digo: “Muéstrame más allá de lo evidente”:
Es inevitable: Un suspiro deja a la luz tantos rostros de ojos grandes y brillantes, imágenes claras, voces, las voces… De pronto el mundo eran esos pequeños seres azules con sombreros blancos: Los Pitufos eran mi compañía de las 10 a.m., era tan familiar verlos caminar entre los hongos, perseguidos por el malvado Gargamel que los quería atrapar y repetía con fuerza y rabia: “¡Aunque sea lo último que haga!”
La magia de las caricaturas rompe el vidrio de la pantalla con la imaginación. Los Snorkels tenían la capacidad de que mi casa se inundara y se convirtiera en un barco en el fondo del mar. Mi mamá no lo sabía pero estábamos nadando. En las caricaturas escuché por primera vez, al menos que yo recuerde, el termino “más allá”, era una misión de estos pequeños seres marinos, cuando dijeron que iban “al más allá” la televisión se convirtió en un agujero negro, profundo, lleno de preguntas.
El inspector Gadget, su sobrina y su perro Sabiondo, (en este momento la cancioncita aparece a todo volumen) fueron los responsables de que saltara en el pasillo de mi casa esperando que los resortes hicieran de las suyas, y me elevaran fuera del techo. Después de una fuerte dosis de casos resueltos por los cerebros y la tecnología de Mindy y Sabiondo, yo esperaba que un libro de la enciclopedia Salvat tuviera botones y me mostrara cómo resolver los problemas (¿qué problemas?)
“Este mensaje se autodestruirá en 5 segundos” (no es cierto).
Era feliz al ver que las etiquetas de los productos de una tienda cobraban vida, los personajes de los libros se salían de la portada y llegaban al fondo de mi asombro. No hay nada más poético que saber que tras la puerta de un armario viene un tren a toda velocidad o nos espera el monstruo de la laguna azul.
Nos convertimos, lenta y mágicamente, en pequeños personajes coloridos. Las caricaturas nos enseñan a imaginar al estilo de los Muppets, a transformarnos en héroes del jardín y de misiones al fondo de las sabanas. Rufo toca piano, Fossie cuenta chistes, Gonzo quiere a Peggy, Peggy quiere a “Rrrreenneeee!!!...”, kiko y kika son gemelos, Beto y Vasilo genios, Animal, animal animal!!! Yo soy todos al mismo tiempo, me asombro al ver las largas medias de colores de “¡Nany!”
En fin, los recuerdos son inagotables cuando buscamos entre la infancia y nos encontramos con nuestros amigos animados. Los nombres y las historias de las caricaturas son ese tema del que todos podemos hablar porque funciona como un vínculo a la inocencia de colores, al asombro de nosotros ante el mundo como pequeños habitantes, con el más grande de los superpoderes: la imaginación.
“Esto es to esto es to esto es todo amigos!”
1 comentario:
No seás mentirosa karmita, vos todavía sos del tamaño del aparato dela tele!!!
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