Portada diseñada para la publicación de la obra,
proporcionada por el autor, Antonio González.
Por Vania Vargas
Los gigantes, comedia en dos actos, escrita por el dramaturgo guatemalteco Antonio González, es una obra que transcurre en una cámara negra, es decir, un escenario oscuro, con fondo negro, en el que la luz se centra sólo en los detalles que el director indica. Allí aparecen, únicamente, un par de bancas y una mesa. En ese espacio interactuarán tres personajes: Víctor, Demetrio y un peatón.
Los dos primeros leen los periódicos del día, hechos con sobrantes de otras fechas, mientras esperan que el reloj avance hasta cerca de la hora del almuerzo para salir a comprar verduras, una tarea que se imposibilita debido a la amenaza de los Gigantes, que han condenado, a toda la ciudad, a permanecer en el encierro ante el temor de su nueva aparición.
De esta manera, la atmósfera que rodea a los personajes se torna onírica. La conversación salta de los gigantes al teatro, los bares, los periódicos, los cines, y retorna al mismo punto. Todo en un mismo lugar, sin nombre, sin tiempo, donde sólo existen ellos y el miedo, entre elementos invisibles: edificios, platos, cubiertos, comida, una puerta, un garrote, y los Gigantes que no son más que la creación del tercer personaje, que luego de participar como peatón y vecino, confiesa ser dramaturgo.
Así, la obra, Los gigantes, se presenta como una creación lúdica en la que se hace manifiesta la incomunicación, la repetición, la monotonía y la angustia de la sociedad contemporánea, características todas del movimiento teatral de los años 50, conocido como Teatro del absurdo.
El mismo autor, Antonio González afirma: “mi teatro es irónico, tiene algo de humor negro y sí, tiene elementos absurdos. Pero mi obra puede ser también, y por qué no, teatro alternativo, teatro antropológico, teatro autobiográfico, teatro de environment, teatro de la crueldad, teatro de teatro, teatro espontáneo, teatro experimental, teatro mecánico, teatro invisible, en fin, términos que no me he inventado yo, sino que existen como herencia de la posmodernidad y la era contemporánea. Podría citar muchos más ejemplos de esta disgregación del teatro. El teatro para Antonio González es teatro. No hay más. Es un teatro que no pretende más que presentar al público una situación generada a raíz de los propios personajes, donde la intervención del autor es mínima, donde son ellos quienes definen lo que sucederá, con coherencia y concordancia con la realidad propia de cada uno".
Ahora, a llevarla a las tablas.
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