lunes, 11 de agosto de 2008

¿Gestión cultural?



Por Branly López

Gestor Cultural de Casa Noj


¿Qué eventos habremos de realizar para alcanzar la cultura ciudadana? o mejor aún, ¿cómo devolverle a un determinado territorio su concepto de lugar cultural? constituyen preguntas irrelevantes y reductoras, generalmente, formuladas por la costumbre repetitiva y el absurdo del activismo diletante.

Seguramente, en la vida actual, la indagación monótona, cada vez más, va quedando desfasada ante el pulso de una nueva manera de averiguación relevante como sería, ¿qué necesidades espirituales brotan del corazón ciudadano en el aquí y en el ahora?

Precisamente, si la gestión cultural, tal como se escucha, se habla y quizá se entiende y se aplica en términos de aprender a que existe una realidad mucho más grande a la tradicionalmente concebida, a lo mejor ya, podemos construir respuestas relevantes desde la formulación clara de la búsqueda.

Requerimos respuestas, sorpresivamente sencillas y con toda la potencialidad del Universo; en este sentido ni se fuerza ni se controla la realidad, antes bien se trata de proponer esperanza, solidaridad, compromiso, cohesión, inclusión... en fin, una mejor calidad de vida para todos. Estamos hablando ya de un nuevo tipo de gestión cultural humilde y dispuesta a desencadenar soluciones con sentir contextual ciudadano y sin exclusiones.

En algún tiempo atrás, la inquietud de los artistas y la añoranza de la gente, excitaba a todo mundo a colaborar de manera voluntaria y gratuita en la búsqueda de un renacer artístico y de un mejor entendimiento cultural.

Sin embargo, el ímpetu, sobrepasaba, a veces, el deseo real de entender y vivir la cultura. Del deseo de todos, se pasaba al capricho de unos cuantos; de la actividad con sentido al activismo banal y a la defensa de la casa o el edificio cultural. Se vivía -aún persiste- la cultura de un cierto grupo: la cultura de elite.

Afortunadamente, en la época de la tecnología de punta y de la sociedad de la información y del conocimiento, la gestión cultural evoluciona y hasta desfigura los moldes y los calcos, a tal suerte que una cierta mayoría, empieza a entender mejor las necesidades espirituales de los pueblos, la privación de la comunicación, el apuro de acercamiento y la carencia de entendimiento inter-ciudadano. Aunque también, como diría Tony Puig, no hemos podido trascender a plenitud “la cultura S.A.”, que en vez de sorpresa y estímulo, prefiere el ritmo del capital como si la cultura fuera un producto de supermercado en frenesí por las masas y las multitudes.

Justamente, este desconocimiento o insensibilidad, ha permitido que todos aquellos eventos artísticos nutridos por el corazón ciudadano sean desdeñados por la intemperancia de los programas masivos mediatizados... por qué no decirlo, solamente constituyen emisiones vacías y esquemáticas.

Ciertamente, si la euforia de estos autodenominados “grandes eventos” alcanza amplitud, en mayor proporción, también, genera desencanto y frustración y, cuando no, la evidencia del exceso y exageración del “arte” y la “cultura“ de masas motiva el dolor de lo insoportable .

En dirección inversa, la gestión cultural, dotada de filosofía y poder se encuentra en línea ascendente confiándole al corazón, el gusto y la memoria. Seguramente su secreto consiste en eliminar todo lo secundario y retener lo esencial. Así es como cada vez más, aprendemos que los gestores culturales no son lo importante, ni los artistas, ni los edificios que albergan cultura; sino que lo decisivo y primordial es la vida en las calles... lo que vive el corazón ciudadano.

Pareciera, que empezamos a vivir el esplendor de la realización humana mediante lo que podríamos significar como el despertar de la inocencia primordial y, en esta especie de ensueño nos hemos desvendado la vista y advertimos el arte, solamente, como un primoroso pedacito de la cultura toda.El desvendaje armonizado con nuestra profunda naturaleza humana, de pronto nos permite visualizar e intuir lo cuantioso de la creatividad que anida en el corazón ciudadano; que un edificio no hace el devenir cultural; que la diversión nada tiene que ver con los colores y los sonidos y mucho menos con el encanto y la atracción de la vida misma; que la mediatización de la cultura, no asegura el éxito de la gestión cultural; y, por sobre todo, vemos y sentimos que los ciudadanos quieren hablar, quieren proponer, quieren hacer, quieren inventar, quieren crear y mejor aún quieren ser... Comprender e interiorizar esto, es a nuestro juicio, aprender a aprender la gestión cultural.

No hay comentarios: