lunes, 7 de abril de 2008

Sopa de palabras


Por Gabriel Rodríguez

En algún lugar del papel salpicado de tinta, de cuyo color y palabras no quiero acordarme -como alguien que antes no quiso hacerlo con cierto lugar-, dejé tirado mi ombligo literario. El cordón umbilical que no desaparece del todo, entre aquellas lecturas que nos sacuden, recomponen y se agregan a la sopa de palabras que llevamos dentro.

Y estoy en un cuarto (no en el “Cuartito”), haciendo más largo el río de palabras, el rastro de tinta, pensando que el cuarto mes del año es un doble aniversario. Tanto para esta variante del latín en la que escribo, como para El Manco de Lepanto. Más conocido éste por sus rastros de tinta en el papel que por los de su sangre en el campo de batalla. Por tal camino de tinta hizo deambular al Caballero de la Triste Figura...

Y deambulo por estas líneas acompañado de un poco de ese brebaje literario llamado café. Es que hay que inyectarle cafeína –a veces lo hago, lo cual es un hecho totalmente aleatorio-, no solo tinta, a la hoja en blanco, le quita algo de su estimulante pero muchas veces abrumadora palidez. Tanto, que a veces es cadavérica.

Hay algo quijotesco en todo esto, valga la redundancia de lo cervantino de este mes. Salgo a las planicies de páginas impresas e incluso manuscritas. Y por qué no, al espacio exterior e interior de la página en blanco. Sí, salgo para buscar palabras; no importa que sean de voces, de sonidos o de espacios y silencios. Sólo palabras. Si están vivas, pues qué bien, las interiorizo, las devoro; si las escribió mi propia mano, las recorro y las retrabajo, o las paso por la planta de reciclaje. No obstante, si están muertas no importa. Consulto obituarios, voy a exhumarlas al cementerio, a la fosa común, al vertedero; donde quiera que pueda olerlas. La ventaja es que se descomponen mucho más lentamente que un cuerpo. Podría decir que tienen un período de vencimiento más prolongado.

Me veo obligado a la necrofagia. Alimenta esta pluma cuando deja su rastro de tinta, hacia algún lugar del que no está del todo conciente. Y si, como sucede a veces, estas palabras muertas no crean universos, si no me muestran universos… desgarro y desmenuzo el papel, esa planicie ondulante; o bien, lo hago pira funeraria. Y con confianza, estas líneas están preparadas para que ustedes las sacrifiquen en la intersección de un semáforo, o las dejen vagar por los mundos desconocidos llevan afuera y adentro… y les condimenten y calienten el caldito. Que tengan buen provecho.

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