viernes, 14 de marzo de 2008

Cherchez La Femme!


Por Lucía Ochoa Figueroa


“Hay noches y días en los que descubro el terrible manto que me cubre, es un manto lúgubre, tejido a mano durante siglos, un manto que me envuelve con eventos desafortunados, maquinaciones y pensamientos retorcidos, que me hacen dudar de mi propia existencia y de todo lo que veo más allá de la ventana y a esa condición habrá que sumarle que soy mujer”

I
Mientras la noche se apodera de la vida de sus sujetos: con canciones de cuna, noticieros nocturnos, amores lentos y sueños anticipados. En una habitación alumbrada por una vela temblorosa, se encuentra una mujer sentada en un silla, dejándose acariciar por el ya conocido fantasma de la melancolía, toma una libreta y lee cosas escritas por ella misma al dios Eros, se pregunta: ¿hacía dónde va mi vida? Observa por un momento un cuadro pintado por ella en la pared, trata de analizarlo ¿qué habré querido decir con esos trazos? Miles de posibles respuestas, ninguna la convence. Otra lágrima amenaza con escapar de su inventario, tiene veintiocho años y un divorcio encima: el dios Eros la traicionó y de nada sirvió que supiera hablar francés: “Je t’aime mon amour”. A la vida se le va desfigurando el rostro y a ella el aliento, allí en su habitación, con dos balas descubriendo guarida en su cuerpo.

II
El sol se levanta de nuevo, y con él una niña de nueve años se prepara para vestirse, entra su madre y le dice en voz baja que se vista de negro. Van al funeral de su padre, la niña se enfrenta por primera vez con la sensación de que la vida duele, y regresa a casa siendo totalmente distinta de cuando salió. Pasan los años y a ella la vida le parece sin sentido e intenta suicidarse un día cualquiera, sin éxito; empieza a ser tratada en una institución psiquiátrica. Es una mujer brillante, viaja a Inglaterra a internarse en los celajes cobrizos y el gris poético, el amor la asalta en esas tierras y se casa con un poeta al que admira con fuerza; la vida le sigue sucediendo y esta vez le sucede un aborto, vuelve a quedar embarazada y antes del segundo cumpleaños de su hijo, se separa de su esposo, quien la ha engañado con otra mujer. Un día mientras se levanta de nuevo con el sol, se pregunta si algún día se despojó del luto, se dirige a la cocina, abre la llave del horno de la estufa, introduce la cabeza y se deja asfixiar con el gas.

III
En la sala de recuperación de un hospital, se encuentra una mujer de rostro cansado, sentada viendo hacia la nada. Durante su vida ha sufrido de algunos episodios de neurosis que la han dejado en cama por algunos días, además de un sentimiento de soledad que la ha asechado. Pero ahora está en el hospital porque tenía cáncer de mama y le extirparon un seno. Ella que es una mujer intelectual, valiente, que ha dedicado su vida a la búsqueda introspectiva, que se relaciona con los intelectuales más influyentes de su generación y comprende con total lucidez que la feminidad responde a factores mucho más sublimes que un cuerpo perfecto; de pronto ve como todo se le presenta pintado de absurdo, parece que hasta la soledad la ha abandonado; y entonces espera recuperarse pronto, para dirigirse al mar, al mar.

Los tres fragmentos anteriores corresponden a biografías un poco fantásticas y minimalistas en memoria de tres grandes de la literatura: Delmira Agustini, Sylvia Plath, y Alfonsina Storni, de quienes valdrá la pena escudriñar no sólo sus obras, sino también sus vidas, porque indiscutiblemente el genio que poseían, mezclado con algunas dificultades que a veces rayan en lo inverosímil, las llevó a puntos de auge extremo, de capacidad creativa admirable, pero también de terribles desencantos en un mundo que no fue creado para sostener almas tan elevadas y que sin embargo sostuvo por un momento sus pasos.
Cherchez la femme! Escribió Alejandro Dumas y con qué resonancia permanece en pie la legendaria frase, porque detrás de los intentos más sublimes, divinos, infernales y descabellados siempre hay una historia de mujer.

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